martes, 28 de febrero de 2017

Reseña de No lleves flores a mi tumba.

“No lleves flores a mi tumba” es una novela integrada por varias historias. En ella encontramos por un lado a caracteres originales y atractivos como Irina Yesdenev, la policía ucraniana que busca en España reencontrarse con su propia dignidad, ajustándole las cuentas al psicópata que se la arrebató. A Ivanna Álvarez, descendiente de republicanos españoles emigrados a la antigua Unión Soviética; al temible jefe de la mafia rusa Zhakar Kalasenko; o a Carmen Madero, la “jefa de operaciones” de la secreta Hermandad de Villena. Sin embargo, es también una novela llena de gente normal como Juan e Inés, Rafa y Tina, con problemas comunes cuyas vidas se ven seriamente afectadas por sucesos que escapan a su control.
Esta novela no solo es un muestrario de diferentes vidas y personaje. Es también un largo viaje por la Historia y la Geografía de varios continentes utilizando como medio de transporte la evolución de la llamada “Hermandad de Villena” que ha ido perdiendo la capacidad de distinguir con claridad entre el bien y el mal, entre la defensa de sus propios intereses y la protección del bien común. Personajes históricos como el Gran Piscator o el cura Torralba pasean por las páginas de esta narración con la que viajarás a lugares tan dispares como el pueblo de Ávila Narros del Puerto, la Amazonia, Salamanca, Peñíscola, etc. Es una novela llena de intriga, aventuras, historia y de amor que, utilizando un lenguaje sencillo, busca el disfrute del lector.
scola.. Es una novela llena de intriga, aventuras, historia y de amor que, utilizando un lenguaje sencillo, busca el disfrute del lector
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Capitulo 1. Irina Yesnedev.




Capitulo 1
IRINA YESDENEV

El dato le llegó casualmente. Una banda especializada en robo y tráfico de armas y que operaba en lo que había sido la antigua Unión Soviética, había caído en la capital de Ucrania, Kiev. El lugar de detención era casual, venían huyendo del tan temido por todos los mafiosos del este europeo, Servicio Federal de Seguridad (FSB), sucesor del famoso KGB. La banda, no había cometido ningún delito en suelo ucraniano y la detención se había producido gracias a los informes rusos que la tenían perfectamente localizada. En esa situación y lo normal tras el acceso al poder en 2010 del mucho más pro-ruso Víctor Yanukovich era una rápida entrega a la policía rusa con la cual siempre había colaborado la ucraniana, exceptuando, eso si, el periodo que va de la Revolución Naranja que llevó al poder a los prooccidentales de Víctor Yushchenco en 2004, hasta la caída de la presidenta anterior Julia Timoshenko en 2010. El protocolo de actuación en estos casos permitía a los servicios de seguridad ucranianos la realización de un interrogatorio rutinario con el fin de comprobar si podían aportar algún dato de interés para la propia policía ucraniana
La encargada de realizarlo fue la oficial Irina Yesdenev, acompañada del agente Oleg. Irina estaba asignada al Departamento de Delitos Económicos, Sección de Evasión de Capitales. Su jefa Ivana Álvarez le pidió el favor. Ivana tenía apellido español, era nieta de uno de los niños de la zona republicana enviados durante la Guerra Civil Española como refugiados a  la antigua URSS. Era urgente y no había nadie en Delincuencia Organizada para encargarse de un interrogatorio que al fin y al cabo era solo un trámite interno previo a dar el consentimiento para el traslado a Rusia. El Jefe de la Policía de Kiev le pidió el favor a Ivana que a su vez se lo pidió a Irina. No le importó, ya había estado en situaciones parecidas. Interrogar a delincuentes de la mafia era mucho más entretenido que hacerlo con los habituales nuevos ricos, egoístas y carentes de sentido patriótico en un momento de crisis nacional y mundial que trataban de mandar sus fortunas al exterior para evadir los impuestos que les reclamaba su país.
Oleg, era compañero de Irina y representaba la figura paterna y protectora que hacía demasiados años perdió. No era su verdadero nombre, era el mote que recibía en el cuerpo, desconocía por qué pero si sabía que era una de las mejores personas que conocía. Era mayor, cerca de los sesenta, soñaba con una merecida jubilación. Le retiraron de la calle hace tres años por un oscuro incidente, nunca aclarado, en el que había aparecido  un conocido maltratador muerto, con el cuello roto, tirado en un oscuro callejón. El agente Oleg había tenido que acudir un par de veces a la casa del fallecido donde los golpes y los gritos de la esposa eran el pan de cada día. Nadie sabe qué pasó, posiblemente a Oleg se le colmó el vaso de la paciencia con ese animal y decidió resolver el problema por la vía rápida. Nadie pareció echar de menos al muerto ni interesarse por la causa de su fallecimiento. El silencio y el tiempo hicieron olvidar el caso, pero los mandos, temerosos de que a Oleg le diera por repetir la azaña decidieron asignarlo a oficinas conservando la categoría, por supuesto. Allí, a la espera de su retiro realizaba las funciones de un conserje.
Tenía el aspecto de una autentica bestia, medía cerca de los dos metros de altura, su cara reflejaba una brutalidad de la que carecía. Era una persona  llena de bondad. Lo que más miedo daba de él no era su enorme corpulencia sino sus inmensas manos. Eran enormes y provistas de gruesos dedos. Daban la sensación de ser capaces por si mismas de causar mucho daño. Sin embargo a Irina nunca le causó temor alguno. Supo percibir su excelente fondo. A pesar de su bondad sabía ser duro cuando era necesario en su trabajo pero era incapaz de causar daño por placer. Irina y Oleg siempre se protegían el uno al otro en la medida de lo posible. Él siempre la acompañaba a los interrogatorios y a la menor insolencia del delincuente dejaba caer una suave bofetada de lado a lado de la cara que facilitaba enormemente el trabajo de su compañera que jamás le increpó por ello.
Entraron en la sala. Sentado con las manos esposadas esperaba Igor Kenichec, de origen georgiano, como muchos de los delincuentes en el Este. Según su ficha y propia declaración inicial venía huido de España, llevaba refugiado en ese país como muchos otros de los miembros de las diferentes mafias rusas desde hacía casi cinco años. Residía en Barcelona, algo atípico ya que la mayor parte de sus iguales lo hacían en Málaga o Alicante. Él eligió Barcelona para poner suficiente distancia con las otras bandas, para sentirse más seguro. Sobrevivió milagrosamente a un ataque con lanzagranadas a la casa, cercana a Moscú, en la que residía. Se suponía que debía estar dentro, pero inesperadamente salió para acudir a una inesperada cita con el jefe de una banda amiga. A raíz de ello muchos pensaron que había caído en desgracia frente al poderoso Servicio Federal de Seguridad (FSB) ruso. Eso en la práctica era como caerle mal al jefe. Si de repente se dejaba de ser su protegido, normalmente porque otro ocupaba el cargo, se acababa desapareciendo, primero en el plano de los negocios, nadie te llamaba ni te cogía el teléfono, nadie quería hacer tratos contigo, y al cabo de unos meses y casi siempre en oscuras circunstancias eras físicamente eliminado. Igor Kenichec comprendió que su eliminación estaba muy próxima y busco refugio en el mismo lugar donde otros en su misma situación lo habían hecho: España. Sin embargo, a los tres años, el largo brazo de los servicios de inteligencia rusos en España, muy activos en la última década, le asestó un nuevo golpe: facilitó a la policía española los datos necesarios para la realización de una redada entre los grandes capos residentes en España, todos ellos caídos en desgracia, por supuesto. Fueron detenidas las tres figuras principales de la mafia rusa que vivían en nuestro país. Igor, el cuarto as de la baraja se guardaba una baza secreta: a su llegada a España, había corrompido a un cargo de nivel medio de la policía española en Barcelona. El dinero gastado le permitió allanar los obstáculos que pudieran surgir para que él y sus personas de confianza, conocidas en la mafia con el nombre de sargentos. Así pudieron hacerse con identidades y documentación falsas con las que desarrollar sus actividades e invertir el dinero ganado en Rusia a través de su propio tejido empresarial. Al cabo de dos años ese cargo de nivel intermedio, gracias a sus influencias con varios importantes políticos de la ciudad condal fue elegido para la Subcomisaria de la Policía en Barcelona. Gracias a él y a sus contactos políticos gozó de abundantes posibilidades  para hacer negocios con la élite económica catalana. De todas maneras, el servicio más grande que el mucho dinero gastado en ese subcomisario le prestó, fue la información de que en horas iba a ser detenido en el marco de una gran redada contra la mafia rusa en España, solo posible gracias a los datos que la inteligencia rusa había facilitado a la policía española. Él escapó gracias al aviso in extremis de su contacto
Aguantó escondido en casa de unos socios en Alemania y en Suiza. Pero aquella vida no era para él, y ya que a España no podía volver, al menos de momento, decidió volver a Rusia usando una de sus identidades españolas falsas, pero vía Ucrania para hacerlo más discretamente. Los servicios secretos rusos decidieron no arriesgarse más, conocían a la perfección los pasos Kenichec. Nada en la mafia rusa se les escapa . La inteligencia rusa juega un papel de tutor sobre quien puede y quien no desarrollar su actividad delictiva en el país. Desde hace unos cinco años también han comenzado a actuar así en el exterior. No directamente sino proporcionando información a las respectivas policías de esos países para la detención y encarcelamiento de los considerados por ellos más independientes a sus exigencias o los tenidos por más peligrosos.
Otra vía, más utilizada en Rusia que en el extranjero, es la de dar un chivatazo a un clan rival para que acabe con la vida de su competidor. Esta última fue la causa por la que Igor Kenichec se retiró a España y por este motivo, por nada del mundo estaba dispuesto a caer en las manos de la policía rusa. Si los otros clanes se enteraban de que había sido detenido junto con sus principales sargentos dejaría de ser “un ladrón de ley” (vor v zakonen) que es como se llaman entre sí los verdaderos miembros de lo que los demás conocen como mafia rusa. Se convertiría en un simple delincuente perseguido por el Gobierno y con los días contados. Sería la decadencia de su organización tanto en España, donde en pocos años había montado un entramado que  contaba con dos sociedades de blanqueo de dinero, varios restaurantes, participaciones en una conocida y rentable cadena de gimnasios, terrenos en el Levante español  y dos grandes discotecas en la mejor zona de Barcelona. De momento su tejido empresarial seguía intacto bajo la dirección de su esposa, que había quedado ahora al mando de todo lo que tenían en España. En Rusia y Georgia su tejido empresarial era aún más amplio y poderoso aunque parecía claro que con el Gobierno en contra todo allí caería en manos de su rival Zhakar Kalasenko.
-- Quiero un trato. —Le dijo Kenichec a Irina antes siquiera de haberse saludado formalmente.
 ¡Vaya una sorpresa!, entraron esperándose encontrar a un curtido hombre de acción de los bajos fondos y lo que se encuentran es a un hombre elegantemente vestido, lleno de ansiedad y que directamente le ofrece un trato al que por otra parte no puede acceder, al estar la policía rusa a un paso de hacerse cargo de él.
Oleg e Irina se miraron parecía que su presencia intimidatoria en el interrogatorio no iba a hacer falta. Más de una vez un buen bofetón dado en el momento oportuno le dejaba claro al interrogado cuál era su situación. Tenían convenida una señal, si ella daba una palmada en la mesa Oleg le cruzaba la cara al interrogado, si lo que daba era un puñetazo Oleg debía levantarlo del suelo y apretar sólo lo suficiente para obtener la información deseada. El segundo recurso únicamente lo habían tenido que utilizar con un par de tipos duros de verdad, al resto, con un par de bofetadas se les aclaraban las ideas inmediatamente. Con el tipo que tenía delante no se engañaba, no constaba que en Ucrania hubiera cometido delito alguno, sin embargo si los rusos ponían tanto interés en su detención era porque con sus “actividades” le habían tocado las pelotas a alguien demasiado poderoso. Bastaba mirarle a la cara para darse cuenta de que la persona que tenía delante a pesar de su nerviosismo era realmente peligrosa. Sí, definitivamente sería mejor que Oleg se quedara en la sala por si acaso, le miró a los ojos y asintió, era la señal de “te quedas”, lo entendió perfectamente.
-- Señor Kenichec – contestó Irina—¡buenas noches!, soy la teniente que le va a interrogar—nunca se molestaba en identificarse con gente vinculada a la mafia, tenían la mala costumbre de ser rencorosos—. Estoy aquí para hacerle solo unas preguntas de rutina, debe de saber que ha sido usted detenido a instancia de la Policía de Rusia y que nuestro protocolo de actuación nos obliga a interrogarle sobre unos determinados asuntos.
Igor Kenichec se reía de una forma cínica, a Oleg ya se le veían las ganas de borrarle la sonrisa de la cara, pero no había recibido la orden y era un policía obediente.
--¿No me diga señorita?—Kenichec demostraba una educación exquisita—Se perfectamente quien me reclama y porqué y es por eso por lo que …
Palmada en la mesa, bofetón de Oleg. Kenichec, no se lo esperaba, estaba esposado pero nada le impedía saltar contra ellos, Oleg debía estar pensando en esa prometedora posibilidad por que sonreía. El detenido no lo hizo se controló.
--Verá usted señor Kenichec, disculpe a mi compañero, pero aquí, en Ucrania, consideramos de mala educación que un detenido interrumpa a un policía cuando está siendo interrogado, así que por favor limítese a responder con sinceridad a todo lo que se le pregunte y así le entregaremos a los rusos “enterito”, aunque tengo la impresión de que si lo encuentran un poco, digamos que “abollado”, no les importaría demasiado.
Su objetivo inicial era cumplir el trámite del interrogatorio y redactar un rutinario informe sobre el tema, pero su instinto le advertía de que podría sacar provecho de la persona que tenía delante. Decidió arriesgarse y aparentar desinterés por lo que Kenichec pudiera decir.
Irina rubia, pálida y fría como la nieve tenía cinismo y falta de escrúpulos suficientes para tratar con cualquiera y no tenía reparos en dejar claro desde el primer momento quien era dueña de la situación y quién no. No disfrutaba usando la violencia para obtener la información que necesitaba, pero si a sus treinta años había aprendido algo era que en la sociedad en la que vivimos la violencia  a veces es necesaria para evitar que otras personas, peligrosas de verdad hagan uso de ella contra inocentes indefensos. Ese convencimiento fue una de las causas que la llevaron a hacerse policía, era mejor estar al lado de la ley, del poder que tiene la fuerza que en contra.
—Sabemos que el nombre que nos ha dado es falso. Es obvio que no es usted español. Ya hemos sido informados por nuestros compañeros rusos de quién es exactamente y a que se dedica. —Era cierto, la información de la que disponían era exacta y detallada, le llevó más de cuarenta minutos hacer una lectura completa del informe que las autoridades rusas les habían enviado. --Así que ahórreme tiempo y si tiene algo que decirme, ¡hágalo ya!.
Sabe perfectamente que tenemos las manos atadas, ha sido detenido usted a petición de la Policía de Rusia. Ucrania no tiene nada contra usted, aparte claro está, del hecho de haber entrado con identidad falsa en el país. Por desgracia para usted por ese delito, y en función del convenio que recientemente los ministerios de interior ruso y ucraniano han firmado, no podemos retenerle, ya que los delitos de los que se le acusa en Rusia implican penas asociadas a condenas mucho más largas.
Kenichec era listo, le dolía la cara más por el orgullo herido que por el bofetón en si mismo. Sabía que la oficial tenía razón, su entrega a los rusos era cuestión de tiempo. Ya habían intentado dejarle fuera de combate en otras ocasiones, siempre había escapado y recomenzado en otro lugar.
La huida a España le dio tres preciosos años que ya eran historia. Allí lo dejó todo a cargo de su esposa y, por lo que sabía, la estructura de la banda allí aún seguía intacta, incluso, a instancias de sus contactos, había invertido en una productora de cine pornográfico, género al que era especialmente aficionado. Eso solo era la punta del iceberg si se le sumaba sus propiedades e inversiones en su país natal, Georgia y en Rusia. Sin embargo una vez en manos de los rusos sabía que el control de todo eso pasaría a manos de Zhakar Kalasenko. Era su antiguo amigo y actual rival. Fue el causante del ataque con lanzagranadas a su domicilio y el que le había sustituido en su puesto de preferido por el poder. Lo tenía asumido, lo que de verdad le preocupaba es que un año después la organización de Zhakar desembarcó en España e hizo lo típico que hacen todos los capos rusos al asentarse allí: crear una empresa de inversión para lavar su dinero. Se sospechaba entre los diferentes capos que lo que de verdad hacía la organización de Kalasenko era comprar terrenos en  la costa española que a través de ficticias operaciones de compra-venta pasaban a ser propiedad de poderosos miembros del Estado y del Ejército ruso. Una manera legal de pagar por los privilegios otorgados. Igor sabía por un infiltrado en la organización de Zhakar que planeaba quedarse también con la estructura que ahora su esposa Elena dirigía en España.
Lo único útil que podía hacer era complicarle la vida todo lo que pudiera a su rival. Sabía que ahora mismo en Rusia era intocable, sin embargo en España y en Ucrania no. Zhakar era ucraniano de nacimiento su madre era ucraniana y su padre un marino ruso destinado en la flota del gran puerto militar de Sebastopol. Tras la independencia, huérfano de padre ya, su madre decidió, al igual que casi dos millones de personas en Ucrania, irse a vivir a Rusia, donde como viuda de un oficial ruso tendrían al menos asegurada una modesta pensión vitalicia. Zhakar nunca olvidó a su familia ucraniana, y ya siendo adulto en cuanto comenzó a ser alguien en el mundo de la delincuencia primero en Moscú y luego en el resto de Rusia invirtió sus ganancias en Ucrania, utilizando a sus familiares como gestores de confianza de la red que poco a poco creó.  El país en los años noventa pasó por una crisis económica muy aguda por lo que compraba siempre a la baja, gracias a eso se había hecho dueño de dos de las empresas de fabricación más importantes del país, una de camiones y la otra de producción de aluminio. Tras la Revolución Naranja la corrupción no cesó y siguió invirtiendo su dinero en los sectores productivos más rentables del país, que muy atrasado en infraestructuras, se planteaba ahora la construcción de miles de kilómetros de autovías. Sin embargo la poderosa empresa de Zhakar, con el apoyo ruso, se quedó con la mejor parte del pastel. Pero eso iba a cambiar, Igor estaba dispuesto a golpear a Zhakar Kalasenko donde más le doliera, así tal vez le distraería de la estructura que su amada e inteligente Elena dirigía en solitario en España.
Estaba dispuesto a hacer todo el daño posible.
-- De acuerdo oficial—dijo tocándose la mejilla abofeteada—si me da una hora y me deja tranquilo con unos folios y un bolígrafo prometo darle una información que le valdrá como mínimo la felicitación de sus superiores o ¿quién sabe?, tal vez un ascenso. —dijo de nuevo con esa sonrisa cínica.
Irina aparte de tiempo, no tenía nada que perder, le dejó una buena cantidad de papel, un bolígrafo y una hora. Miró su reloj las 19:30, era tarde pero la espera valía la pena, -- A las 20:30 vuelvo, --dijo mirando tanto a Oleg como a Kenichec.
Volvió a su despacho, a su trabajo normal, no esperaba que se dijera nada especial en esos folios pero no tenía nada que perder, nadie la esperaba en casa, a esa hora era la única que quedaba trabajando en la oficina, una hora más o menos no cambiaría nada.
Desde la agresión no había sido capaz de mantener una relación que mereciera ese nombre con nadie. Habían pasado ya ocho años pero la herida seguía abierta. Además era hija única y sus padres habían muerto cuando ella tenía veinte años en un accidente provocado por un camionero borracho. El alcohol unido al tabaquismo era un grave problema en Ucrania, eran los causantes en los últimos diez años de más muertos que cualquier otra enfermedad, especialmente entre los hombres en edad de trabajar.
El trabajo mantenía lejos a los muchos fantasmas que acosaban a Irina. Absorta en su labor se pasó diez minutos de la hora establecida. Se levantó sin grandes esperanzas, aunque con curiosidad, por leer que era exactamente lo que Igor Kenichec quería contarles.
Cuando entró en la sala ya no escribía, estaba en silencio, esperando relajado, se diría que por su expresión se le veía feliz, como si se hubiera quitado un peso de encima. Tomó los folios, cuatro o cinco y se los entregó.
-- Oficial-- Igor no sabía el nombre de la mujer a la que entregaba esa información.--le hago entrega de una relación completa de las empresas propiedad del conocido mafioso Zhakar Kalasenko en Ucrania y España, así como una relación completa de testaferros y de los principales sargentos que trabajaban para él en ambos países.
Irina no podía creer lo que estaba sucediendo. Al lado de cada nombre de persona o empresa en un renglón o en varios se resumía la función de cada una dentro de la organización. Quedaba claro que Igor era un tipo muy organizado. En el caso de los sargentos se especificaba su nivel, antigüedad y delitos cometidos en suelo ucraniano o español. En suelo español donde la orden para todos los integrantes de las mafias del este era el pasar inadvertidos, los delitos exceptuando algún ajuste de cuentas con miembros de mafias rivales eran escasos y de carácter económico o comercial. España era un enorme y tranquilo lavadero de dinero y así debía continuar.
La información era muy importante pero demasiado amplia para procesarla por sí misma. Le agradeció a Igor Kenichec la detallada relación que le había entregado y le advirtió que era posible que antes de su entrega al día siguiente a los rusos, sus superiores quisieran ampliar determinados aspectos de lo aportado.
-- No se molesten, todo lo que sé y lo que quiero contar está ahí. No tengo ninguna intención de ampliar ni una sola letra de lo ya escrito. – Y mirando a Oleg—Su amigo me resulta simpático, y está claro que puede resultar muy convincente, pero en este caso le aseguro que no lo sería.
De momento con lo que ya tenía era más que suficiente para toda la noche. Al día siguiente a primera hora los rusos pasarían a por él. Irina decidió darse por satisfecha de momento
--Ya veremos señor Kenichec, en cualquier caso quiero que tenga usted en la “madre patria” --dijo refiriéndose falsamente a Rusia-- la acogida que sin duda, por sus méritos, se merece.
-- Me decepciona usted, no pensaba que fuera tan desagradecida, pero en fin—dijo con su habitual cinismo-- ¿Qué se puede esperar del ser humano?
Al final hizo sonreír a Irina, le gustaban las personas inteligentes y Igor Kenichec, independientemente de los delitos cometidos, lo era. Con amabilidad le contestó.
-- Felices sueños, señor Kenichec.
--Gracias señorita, igualmente.
Parecía que la simpatía era mutua.
Ella le agradeció a Oleg su labor con una sonrisa y tocándole levemente el brazo, entre ellos no hacían falta palabras. Se lanzó al teléfono de su despacho, su jefa  debía de estar a punto de llegar a su casa, lástima, debería volverse.
Ivana le cogió el teléfono casi al primer toque. Irina le contó lo sucedido, y le describió la relación de cuatro folios con la estructura completa de la organización de Zhakar Kalasenko  en Ucrania y España, su jefa contestó gritando llena de alegría.
-- ¡Será bastardo, maldito cabrón!, voy para allá ahora mismo, ¡no se te ocurra contarle esto a nadie!. Vamos a caer sobre ellos con toda la fuerza posible! .
Ucrania era un país de gente fría, como su clima en general, la gente miraba asombrada a su superior cuando reaccionaba de esa forma, estaba claro, aunque a Irina ya no le sorprendía, que a veces, por su apasionada manera de reaccionar Ivana tenía ascendientes mediterráneos.
Irina estaba contenta por la posibilidad de un nuevo ascenso si las cosas salían bien y nadie se iba de la lengua. Las filtraciones a la mafia de las operaciones policiales emprendidas en su contra estaban a la orden del día no solo en Rusia, donde las relaciones entre el gobierno y el ejército con la mafia eran evidentes sino también Ucrania, que tras la dura crisis de los noventa comenzaba ahora a resultar un lugar atractivo como campo de expansión para los diferentes clanes rusos.
Decidió adelantarse a la llegada de su jefa y comenzar a hojear la relación de Igor Kenichec. Era un documento dividido en dos cada parte estaba escrita en ruso y o en español dependiendo del país tratado. Le sorprendió que tras tres años de estancia en Barcelona ya fuera capaz de escribir en ese idioma, se saltó las partes escritas en castellano, ya se encargaría Ivana, por su origen no le supondría ningún esfuerzo, sabía que leía en ese idioma y que mantenía el contacto con su familia española que visitaba casi todos los veranos. Lo importante era la parte que describía con sumo detalle a esa organización en Ucrania, por lo tanto se limitó a hojear los nombres de los folios que hablaban de la organización  de Zhakar Kalasenko en España. Había bastantes datos, no los entendía no sabía español, pero si podía leer perfectamente los nombres, ya que casi todos eran rusos, georgianos, etc. Acabó con el primer folio, nada especial, de repente algo le hizo volver a mirar con atención un párrafo a la mitad más o menos de la hoja. Se hacía una relación de lo que parecían ser sargentos de segundo nivel en la zona en torno a Valencia y Alicante, un nombre acaparó toda su atención, Víctor  Malesev
No se lo podía creer pero era cierto habían pasado ocho años sin ningún rastro de él. Fue una de las causas por las que ingresó en la policía, después de aquella agresión, se prometió a si misma que le mataría haciéndole pasar el mismo pánico que a ella le llevo a orinarse encima, y ahora por una casualidad de la vida ¡lo había encontrado!.
Estaba dentro del edificio de la comisaría, pero sentía el frió de la nieve resbalando sobre su cara.

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